MATEO
El Sermón de la Montaña
En un día de siega nos llamó Jesús, con otro núcleo más
de amigos suyos, a subir a las colinas.
La Tierra exhalaba sus aromas y estaba ataviada con su
mejor manto, cual hija de un omnipotente rey en
el día de su boda. El Cielo era el novio de la Tierra.
Y cuando hubo
llegado al lugar más elevado se detuvo
en medio de un bosque de laureles. En su
hermoso rostro había serenidad y paz. Y dijo: Descansad aquí y abrid las ventanas de
vuestra mente; templad las cuerdas de vuestros corazones, porque tengo mucho
que deciros.
Nos recostamos sobre la grama, rodeados por las rocas del
estío. En medio de nosotros se sentó Jesús; abrió su boca y derramó su voz por
aquellas sierras, y Habló así: -Bienaventurados los buenos de Espíritu. "Bienaventurados
los que no encadenan sus tesoros, porque
ellos serán los verdaderamente libres. "Bienaventurados los que no
recuerdan sus dolores, porque en sus
dolores guardan su felicidad. "Bienaventurados los que tienen hambre de
Verdad y de Belleza, porque su hambre los llevará hacia el pan y su sed hacia el manantial.
"Bienaventurados los clementes y los piadosos,
porque encontrarán consuelo en su clemencia, en su
dulzura y piedad.
"Bienaventurados los puros de corazón, porque ellos
serán uno solo con Dios.
"Bienaventurados los pacificadores, porque sus
espíritus habitarán flotando sobre los campos de batalla, y transformarán el
campo del alfarero en un jardín encantador.
"Bienaventurados los perseguidos, porque sus pies
serán alados y veloces.
"Alegraos y regocijaos, porque habéis encontrado el
Reino de los Cielos en las profundidades de vuestros espíritus. Los antiguos cantores fueron
perseguidos cuando modularon las canciones de aquel Reino; así seréis perseguidos
vosotros, y en ello está vuestro honor y galardón. "Vosotros sois la sal
de la Tierra, mas si la sal se viciara
¿con qué será salado el alimento del corazón del hombre? "Vosotros sois la
luz del mundo, mas -no coloquéis esta luminosidad debajo de un celemín, sino que
ella alumbre desde la altura delante de
todos los que buscan la ciudad de Dios.
"No penséis que he venido a destruir la ley de los
escribas y los fariseos, pues mis días entre vosotros están contados, y mis
palabras serán breves, y no tengo más que algunas horas, en cuyo espacio
terminaré de daros una segunda ley y un Nuevo Testamento.
"Habéis oído que os fue dicho: 'no matarás', pero yo
os. digo: no os enfadéis sin razón. Los antiguos os han prescripto conducir al
templo vuestros becerros, vuestros corderos y palomas, y que los sacrifiquéis en
el altar, para que Jehová aspire el aroma de vuestros presentes, y así
perdonaros vuestros pecados y faltas.
"Mas yo os digo: ¿podréis dar a Jehová lo que desde
el principio era su patrimonio?; ¿podréis
calmar su cólera si su trono se eleva por encima de las
silenciosas y pacíficas profundidades, y cuyos brazos abarcan y envuelven el
espacio? Buscad más bien a vuestro hermano y haced la paz con él antes de venir
al Templo, y dad con amor a vuestro
vecino de todo cuanto tengáis, porque en el corazón de éstos Dios ha
construido un Templo que jamás se destruirá, y en cuya alma ha erigido un altar
eterno.
"Oísteis que os fue dicho: 'ojo por ojo y diente por
diente', empero yo os digo: no os resistáis al mal, porque la oposición lo
alimenta y lo fortifica, y sólo el débil se venga.
Los fuertes en el Espíritu perdonan, y el damnificado se
siente honrado y glorificado al perdonar las ofensas de los demás. Tan solo el
árbol cargado de frutos es sacudido por la multitud y apedreado por los transeúntes.
hoy le basta su milagro.
"No os vanagloriéis cuando dais de lo que es vuestro, más bien
mirad la necesidad de aquel a quien dais,
pues todo aquel que diere a un necesitado, el Padre mismo le dará con mayor
abundancia. Dad a cada uno según su necesidad, porque el Padre no da sal a los sedientos, ni vacas al hambriento,
ni leche al niño destetado. No deis lo
santo a los perros, ni echéis perlas a los cerdos, porque con tales
presentes os burláis de ellos, tanto como los perros y
los puercos se burlarán de vosotros, y tal vez su odio hacia vosotros los induzca a poner en
peligro vuestra vida.
"No guardéis tesoros que se pudran o que los
ladrones puedan apoderarse. Haceos tesoros que no se corrompan ni sean robados, sino más bien que
aumenten en esplendor y hermosura a medida que los ojos los contemplen, porque allí donde
estuviere tu tesoro allí estará tu corazón.
"Os dijeron que el homicida debe pasarse por el filo
de la espada, y que al ladrón se le debe
crucificar, y lapidar a la mujer adúltera; pero yo os
digo que no sois inocentes del crimen del asesino, ni de la culpa del ladrón, ni del adulterio
de la pecadora; y cuando sus cuerpos son castigados,
vuestros espíritus se oscurecen en lo más profundo de
vosotros. La verdad es que ningún hombre ni
mujer alguna cometerían un crimen solos. Todos los delitos y los crímenes
son cometidos por todos los hombres
juntos; mas aquel que paga la pena sólo quiebra un eslabón de la cadena que
sujeta vuestros pies; tal vez paga con
su aflicción el precio de vuestra alegría pasajera y efímera.
De esa manera habló Jesús.
Dominado por el respeto y la veneración quise
arrodillarme ante Él, pero mi vergüenza de ser
pequeño y miserable me paralizaba, me impedía moverme de
mi lugar y proferir una palabra; pero
cobré ánimo y le dije:
-Señor, quiero rezar en este momento, pero mi lengua está pesada.
Enséñame cómo debo orar. Y me contestó:
-Cuando reces, que tus ansias sean las que canten las
palabras de la oración. En lo más profundo de
mí mismo hay un ansia escondida que, en este mismo instante, quiere orar
así:
Padre nuestro que estás en la Tierra y en los
Cielos:
santificado sea tu nombre; acompáñanos con tu voluntad, tal como está en
el Cosmos.
Danos de tu pan lo suficiente como para nuestros
días. Perdónanos con tu bondad y
clemencia y aumenta nuestra comprensión para perdonarnos unos a otros.
Condúcenos hacia Ti y extiéndenos tu mano en nuestra
oscuridad;
porque tuyo es el Reino y por Ti es nuestra fuerza y
nuestra perfección.
Y era el atardecer.
Jesús descendió de las colinas seguido de todos nosotros; en tanto yo repetía
detrás de Él su oración, recordando todas sus palabras,
porque comprendí que las palabras que
surgieron aquel día de sus labios debieran subsistir y
eternizarse; y las alas que se cernían sobre nuestras cabezas en ese momento, debieron golpear la
tierra como cascos de acero.